sábado, 11 de junio de 2011

Tomándole el pulso a América..

En el Lago Erie.............
La planta nuclear de Sandusky, Ohio....
en Chicago, la meca de la arquitectura....
Acabo de hacer un viaje de siete días y unas dos mil milllas en mi confiable y veterana HONDA CRV de nueve años por algunas grandes ciudades y pequeños pueblos de América. Es algo que mi esposa y yo disfrutamos mucho, aunque cada vez con menos frecuencia. No solo disfrutamos del inmenso paisaje de este gran país y nos insertamos por algunas horas en la vida cotidiana de diversas comunidades, sino que hace posible “tomarle el pulso”, medir el clima colectivo predominante en la nación, a pesar de que la muestra no sea estadísticamente significativa.

Esta vez salimos de McLean, Virginia y fuímos a Cleveland, Ohio. De allí tomamos la ruta de la costa del Lago Erie hacia el oeste, a Sandusky y Port Clinton. Bajamos a Toledo y seguimos hacia el oeste, parando en Michigan City, sobre el Lago Michigan. De allí a Chicago, donde paramos por dos días. De Chicago a Indianapolis y Columbus, Ohio, hasta un pueblo llamado Zanesville. De allí, a Wheeling y Washington, Pennsylvania, hacia el sur a Morgantown, West Virginia. Luego hacia el este, pasando por Cumberland y Hagerstown, Maryland, finalmente de regreso a Washington. Estuvimos en siete estados del país. El costo de la gasolina durante el viaje fue de unos $300, unas 25 millas por galón.

Malas Impresiones.
La primera mala impresión que obtuve fue la de una infraestructura física envejecida. El deterioro de la infraestructura es evidente en el sistema de carreteras. El “turnpike” de Ohio que lleva a Cleveland y el “80-90” turnpike que va de Cleveland hacia Chicago están en muy malas condiciones. En general, las carreteras no pagadas, quizás porque son objeto de menor intensidad de tránsito, se encuentran en mejores condiciones que las autopistas. Casi podría decirse que mientras más alta es la tarifa de uso de estas vías, peores son sus condiciones. Hay muchos tramos en “reparación”, de tránsito restringido, donde, sin embargo, no se ve ningún actividad que permita pensar en que la reparación estará lista pronto. Suena  a tercer mundo.

La segunda mala impresión tuvo que ver con el sistema de pago de la autopista que va a Chicago. Muchas salidas son automatizadas, sin que haya nadie cobrando. El sistema es anticuado y por alguna razón la ranura por donde se introducen los billetes está situada de tal manera que el conductor debe hacer algunas contorsiones para introducir los billetes. El efecto acumulado de centenares de contorsiones por parte de quienes deben pagar hace que el proceso sea demorado. Si hay un camión por delante, el asunto se complica por el monto de dinero a ser introducido. El proceso es sorprendentemente engorroso, más o menos zimbabúeico, poco digno de Chicago.

Una tercera y desagradable impresión tuvo que ver con el acceso a Chicago. Esta es una de las más bellas ciudades de América pero tiene un horrible acceso desde el sur. La carretera 90/94 que lleva al centro de la ciudad está llena de reparaciones, no hay gente trabajando, muchas de las salidas están cerradas (el GPS no funciona muy bien por eso), el aspecto general de los puentes, del oxidado ferrocarrril que marcha paralelo, de las viejas estructuras que bordean la vía, es el de una ciudad recientemente bombardeada. Exagerando un tanto, la escena recuerda al Dresden de la segunda guerra mundial. Para quien llega a Chicago, esta es una deplorable introducción.

Otra impresión negativa fue ver una planta nuclear cercana a Sandusky, lugar turístico. Este planta genera electricidad y está manejada por Davis-Beese. A pesar de su pulcra apariencia no es posible pasar por allí sin pensar en Chernobyil o en la planta japonesa de Fukushima Daiichi. Luego, al llegar a Michigan City, veríamos otra torre similar, casi al lado del hotel donde llegamos, la cual resultó no ser nuclear sino una inofensiva torre de enfriamiento de energía por carbón, diseñada de esa forma ( A quien se le ocurriría?). Esta torre aparentemente preocupa a muchos visitantes al gran hotel-casino “Blue Chip”.

Buenas Impresiones.
La primera buena impresión la tuvimos en Cleveland. Es una bella ciudad, de tamaño manejable, con unas amplísimas avenidas y como recién salida del salón de belleza. Llegamos a un suburbio de la ciudad, donde fuí a dar una charla sobre la relación entre Chávez y Ahmadinejad y el riesgo que esta relación tiene para el hemisferio occidental. Tuvimos tiempo de echarle un buen vistazo a la parte norte de la ciudad, al lado del Lago Erie, siguiendo la ruta 12 hacia el oeste, con mansiones de clase media pero de aspecto señorial, a lo largo de grandes avenidas arboladas donde realmente provoca quedarse a vivir. Cleveland es un centro muy avanzado de medicina moderna, con una orquesta sinfónica de prestigio mundial. Esta orquesta pronto cumplirá cien años de existencia y ha tenido directores como Arturo Rodzinsky, Eric Leindsdorf, George Czell , Lorin Maazel y Von Dohnanyi. Actualmente el Director es Franz Welser (descendiente de los primeros exploradores de Venezuela?) , también Director de la ópera del estado, en Viena. Severance Hall, el sitio sede de la orquesta, es uno de los teatros más bellos del mundo. Sin embargo, lo que atrae la atención de Cleveland en este momento es el éxito de los Indios, su equipo de beisból y, en especial, Asdrúbal Cabrera, el paracorto venezolano. Se me pidió que hablara un poco sobre los venzolanos en las Grandes Ligas, ya que ellos recuerdan a Omar Vizquél hasta con adoración. Les hablé no solo de Vizquél y de Cabrera sino de Aparicio, Carrasquel, Guillén, Elio Chacón, Gutierrez, Andrus, la larga línea de extraordinarios paracortos que ha dado Venezuela. Se me olvidaría alguno?

En contraste con otras vías adyacentes, el Indiana Turnpike está en excelentes condiciones.

En el pueblito de Sandusky encontramos un restaurant donde comimos un excelente Prime Rib, por $17 y nos atendió una mujer excepcionalmente amable llamada Stephanie.

En Michigan City, un pueblo requete feo, encontramos un Hotel-Casino llamado “Blue Chip”que resultó ser una agradable sorpresa. Una habitacíon extraordinaria por $100, uno de los más grandes buffets que haya visto en mi vida por $20 y un casino muy bonito donde ganamos $30 en las maquinitas de 25 centavos. Tremenda ganga.

Luego, Chicago. Llegamos a un hotel muy bien situado en la calle Ohio, a distancia caminable de la Avenida Michigan (la maravillosa milla) y del majestuoso centro de la ciudad, en una zona (River North) llena de restaurantes, atracciones y tiendas. A pesar del aire acondicionado, que sonaba como un Boeing 747, la habitación era confortable y grande si no lujosa.

El gran show de Chicago es su impresionante arquitectura, la cual puede verse sin mucho esfuerzo tomando un tour en una lancha ($25). Durante nuestra estadía allá el calor fue sofocante, casi 100 grados Fahrenheit, lo cual limitó nuestra capacidad para caminar extensamente la ciudad, usualmente la mejor manera de apreciarla. Pero, que gran ciudad! El metro es excelente y muy fácil de abordar. Desde la estación cercana al hotel hasta el estadio de los Medias Blancas, se va en unos 15 minutos. Y se entra y se sale del estadio en otrros 15 minutos, a pesar de los 40.000 espectadores en el sitio.

Ir a Chicago sin comer en un restaurante de carnes es casi un sacrilegio. Sin embargo, el costo puede ser prohibitivo, ya que un buen steak cuesta entre $40 y $50 dólares. Sin embargo, encontramos un restaurant llamado “Lowry’s” (tiene 40 años en ese sitio) donde nos comimos un extraordinario steak por $27, después de habernos tomado un excelente Bloody Mary en David Burkie, diagonal a “Lowry’s “ y donde los precios de los steaks  eran mucho más altos. A unas pocas cuadras de “Lowry’s” están, uno frente al otro, dos de los mejores restaurantes de carnes de la ciudad, el Keefers, $45 por un Kansas City Strip (con salsa bernaise incluída) y el Harry Caray’s, $46 por un Porterhouse. Los vimos desde afuera!

Nuestra última salida nocturna en Chicago fue a un maravilloso Champagne Bar, a cuatro cuadras del hotel, ya que un sitio de “blues” al cual tratamos de entrar  resultó ser una cueva maloliente. En el Champagne Bar venden otros vinos y licores pero se especializan en champagne. Ofrecen, al menos, 50 marcas diferentes por copa y muchas más por botella. Una botella contiene cinco copas de 5 onzas, lo cual significa que es mejor comprar una botella que tomarse cuatro copas porque el precio resulta ser idéntico. Elegimos un Roederer State Brut ($56 la botella servida), un excelente vino espumante de California (90 puntos en el Wine Spectator) ya que una champaña “de verdad” era demasiado costosa. El sitio ofrece quesos y fiambres variados como acompañamiento, a precios muy razonables.

Ir a Chicago es una experiencia única. Esta es una ciudad portentosa, de una gran vitalidad, llena de gente joven, de mucho arte, museos, maravillosas vistas, una Nueva York más bruñida. Una experiencia inolvidable.

Salimos de Chicago bajo una terrible tormenta, con rayos y truenos y amenazas de tornados. En lugar de viajar hacia el este, a lo largo del eje oeste-eje de la tormenta que incluía a Detroit, Cleveland, hasta Nueva York, decidimos atravesarla, viajando hacia el sureste, via Indianapolis. Atravesarla significó enfrentar su plena furia. A veces era imposible ver más allá de las luces del auto que iba adelante. Pasar por debajo de un puentecito representaba un par de segundos de maravillosas vacaciones. En una ocasión “chocamos” con una laguna en la carretera que casi nos sacó de la vía. Fue con alivio que salimos de aquel diluvio, ya en la via 65 hacia Indianapolis. Allí encontramos cielos azules y una maravillosa granja que recibe a los visitantes, les muestra sus plantas de hacer mantequilla, helados, etc y ofrece un desayuno de maravilla por menos de $5: panquecas, salchichas, mantequilla, buen café, mermeladas.

En la tarde decidimos parar, al azar, en Zanesville, simplemente por cansancio. Este es un pueblo de Ohio, de unos 25.000 habitantes, fundado en el siglo XVIII por el hijo de Ebenezer Zane, con una corriente importante de inmigración alemana. En este pequeño pueblo encontramos tres maravillas: una, el motel Fairfield, de Marriot, de impecable limpieza y confort, con desayuno incluído, por $69 más impuestos. Además, con una sonriente recepcionista que me llamaba “sweetheart”; otra, la iglesia católica “San Nicolás”, de bellísimos vitrales, una iglesia excepcionalmente bella, y, tres, un sitio cercano donde ofrecían un “ Super Buffet Oriental”. Esto fué casi imposible de creer. 150 diferentes platos, todo lo que podíamos comer, por $10. El buffet era una rara combinación de más de 100 platos chinos y unos 50 platos italianos, todos de razonable calidad.

El aspecto negativo de aquella maravilla era ver la gente que iba a comer, en silla de ruedas, debido a la obesidad, lo cual ya no les permite caminar. Este si es un problema nacional: la obesidad. Lo vimos en cada sitio donde estuvimos, gente muy joven y más vieja pero patologicamente obesos. Me pareció una señal de deterioro nacional. Todavía hay especímenes físicos admirables, de gran belleza, pero hay demasiada gente que parece estar viviendo para comer y no comiendo para vivir. Cuidado, América!

El resto del viaje fue encantador: West Virginia y la ruta 68, hacia el este de Morgantown es área pródiga en antiguedades y no hay nada como envejecer para apreciarlas. Hay una tienda de antiguedades en Grantsville que es uno de los sitios más exquisitos que haya visto jamás. Es difícil salir de allí sin comprar algo. Compré una taza con su platico por $35, hecha en Staffordshire en 1835, porcelana inglesa de la más fina, una verdadera obra de arte. Que haré con ella? Simplemente admirarla todos los días.

De allí en adelante todo fue manejar para llegar de nuevo a casa, el punto culminante y más satisfactorio de cualquier viaje. pués, como decía T.S Eliot:

“ Nunca cesamos de explorar y el fin de nuestra exploración será
regresar al punto de partida y verlo por primera vez”.

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América: la encontré envejecida, tercermundorizada, oxidada, deteriorada, abaratada y, al mismo tiempo, cordial, verde, florecida, maravillosa, amplia, llena de bellezas, mi querida América.
No podemos menos que recordar a Luis Armstrong y la canción que hizo famosa:
I see trees of green, roses too,
I seem them bloom for you and me
And I think to myself,
what a wonderful world…..

Oh yeah…

6 comentarios:

csvv dijo...

Qué bueno, acá, en Maracaibo hay 42 grados y no hay luz "porque se consume mucha electricidad".

Qué vaina Gustavo, Venezuela llegó a vender electricidad a Colombia y a Brasil.

Ahora estos próceres con casi mil millones de dólares lo que han hecho es regalar y malbaratar la plata que se pudo usar para mantener el sistema bien y aumentar la generación.

Después los CARADURAS dicen que todo está bien y que la única diferencia con Suiza son los Alpes.

Bienvenido Gustavo, buen escrito.

Gustavo Coronel dijo...

gracias Kaandanga y cssv. Por cierto, cssv, la suma recibida por esta pandilla de forajidos es de mil millones de millones de dólares, es decir, 1 con 12 ceros al lado!!!Mil millones es "solo" un uno con 9 ceros al lado.Gracias por tus comentarios.

jomiva dijo...

Excelente narrativa de un viaje que de seguro estuvo rodeado de la seguridad que aquí no podemos disfrutar, ya que si no te atracan los bandidos, te j.oden los policías.

Saludos gUSTAVO

nicacat56 dijo...

Don Gustavo, muchísimas gracias por compartir con nosotros, sus lectores, sobre su viaje. However, even though our infrastructure is suffering, at least you got to your destination without being held up, robbed, having major damage to your vehicle, and were able to come out of the whole thing alive! Perdóname, por favor, por escribir en dos idiomas, pero, a veces, unas ideas se expresan mejor en sólo uno!

csvv dijo...

Correcto Gustavo, es tal como lo dices. Son 1 más 12 ceros. Jamás había entrado tanta plata.

Anónimo dijo...

Gustavo

Lastima que no supe de tu paso por Cleveland. Me hubiese gustado conocerte en persona, ya que vivo alli. Mi papa trabajo contigo en PDVSA.

Siempre leo tus escritos.

Saludos,

Leopoldo J. Aguerrevere